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CRÓNICA | La primera España de Lopetegui se luce en Bruselas

Silva chuta a gol
  • Carmelo Rubio
Dos goles de Silva, el mejor jugador en el campo, decidieron un partido (0-2) en el que la selección retomó el paso y pulso de algunos de sus mejores días.

La victoria tiene un enorme valor por la categoría del rival, segundo del ranking FIFA, pero, sobre todo, por la solvencia demostrada en circunstancias comprometidas.  

La selección española ha iniciado felizmente en el estadio Heysel de Bruselas el largo camino que debe conducir a retomar tiempos pasados y cercanos que nunca habremos ponderado como es debido. Lo hizo el equipo nacional con algunos de los hombres de los mejores días (Ramos, Piqué, Alba, Busquets y Silva), sin algunos de singular importancia a los que jamás añoraremos lo suficiente (Casillas, Puyol, Senna, Xavi Hernández, Villa y otros) y con un conglomerado de jóvenes decididos a ocupar la plaza de los que se fueron. La primera de sus pruebas de fuego, tras Bruselas llegarán León (Liechtenstein), Turin (Italia), Albania, los tres de la fase de clasificación del Mundial de Rusia 2018, midió a la ex campeona de Europa y del mundo con el segundo del ranking FIFA, Bélgica, un rival tremendamente exigente, que dobló la rodilla antes de lo esperado en la EURO 2016, que, por ello y solo por ello, tumbó a su seleccionador Wilmots, al que ha relevado un español, Roberto Martínez. Un enemigo de cuidado para dar el primer paso.

No ha habido para esta España post Francia 16 tiempo de reposo, minutos de maduración, un período de reflexión, porque el fútbol es así, siempre tremendamente exigente. Frustrado el duelo frente a los belgas hace meses por amenaza terrorista, Lopetegui y su gente, mucha, naturalmente, de aquella en la que tanto confiaba Vicente del Bosque (al frente del equipo de salida podría haber estado perfectamente el salmantino), apechugaron en Bruselas con un reto especialmente delicado ante un adversario de cuerpo entero y con prácticamente todos sus jugadores, salvo Dendoncker (Anderlecht), emigrantes en las mejores ligas; una selección de primer nivel ante la que no cabía para salir vivos sino rendir a un nivel muy alto, a pesar de que la campaña no haya hecho sino comenzar. Pero ya sabemos que ante este tipo de situaciones tampoco se tienen demasiadas consideraciones. Es lo que hay.

España tiró del oficio que atesora y al que no son ajenos sus jóvenes para soportar la presión belga, que fue anulando con comodidad a medida que transcurrían los minutos. Lo consiguió, modificando algunos de los aspectos puntuales de la selección tales como el regreso de Silva a la banda izquierda, donde se encontró con Koke. Por ahí llegarían las mayores exposiciones ofensivas del equipo nacional, mucho más tímido por la derecha, por donde Carvajal y Vitolo encontraron menos balones y, por tanto, menos oportunidades de inquietar a Bélgica. Justo en el ecuador del partido cayó Morata, víctima de una dura entrada un par de minutos antes que el árbitro, muy indulgente con los locales, ni siquiera sancionó. Diego Costa tomó su sitio.

La presencia de Costa agitó un tanto el partido. Fue recibido de uñas por el público belga, pero su garra, algo que desde luego no se le puede negar, inquietó a la zaga azul. El crecimiento de Silva, trasladado al centro del campo, sería clave en esa fase de España, mucho más aguda. Su despertar en ataque tuvo efectos inmediatos. A los 33 minutos, Silva remató desde el centro un ataque en el que participaron Vitolo y el propio Costa. Su remate entre cuatro defensores, pero muy libre de marca, sorprendió a los aficionados belgas y provocó el júbilo de los pocos, pero ruidosos, españoles en las gradas. Así que, de nuevo, ¡qué felicidad!, volvimos a escuchar los gritos del “a por ellos…!” y el tan comprensible entre los nacionales fuera de casa del “¡yo soy español, español, español…!”.

Muy sólida defensivamente con los de siempre, pues a Carvajal podemos incluirle en ese apartado, España controló perfectamente a Bélgica al extremo de que en los primeros 45 minutos de juego De Gea no fue puesto a prueba en ninguna ocasión. No debería haber mejor demostración de la solvencia de España que esa muestra de seguridad. Muy controlados sus puntas; oscurecido Hazard y poco visible el pelirrojo De Bruyne, las dos joyas de su corona, Bélgica se fue a las duchas en clara inferioridad, con el aturdimiento lógico del púgil que ni se espera tanta resistencia ni teme que su adversario pueda mandarle a la lona con un sopapo como el propinado por Silva, de lejos el mejor jugador español del primer período.

Naturalmente crecida con la ventaja, olvidados algunos miedos y temores, si es que algún día, incluso los malos, los hubo, España mejoró con su ventaja, redujo al medio campo belga, causó el enfado de los espectadores con los suyos, y cerca estuvo de aumentar su ventaja nada más reanudarse el segundo período. A los 48’, Koke botó una falta diagonal, con más de media selección de Lopetegui en busca de un cabezazo resolutivo, quizás definitivo. No cazó el balón el de casi siempre, Ramos, pero sí otro de los de su mismo género, Piqué. Solo la providencial intervención de Courtois impidió que el segundo gol de España se alzara en el marcador, ¿quién lo iba a haber dicho? Nueve más tarde, Costa estuvo a punto de batir al guardameta belga, tras penetrar con gran profundidad, ganando la batalla de la velocidad a su marcador. Esta vez fueron las piernas de Courtois las que evitaron el segundo tanto español. A los 61, sin embargo, ya no hubo nadie que frenara a aquella excelente España. Ni siquiera el portero belga. Silva ejecutó perfectamente un penalti hecho a Vitolo, que nadie discutió, y que elevó al electrónico la holgada y merecida ventaja.

"Una victoria para recuperar la fe en las fuerzas propias y para que las teman las ajenas"


El triunfo de España tiene una importancia que ya veremos, pero que a estas alturas no puede ignorarse. No se trata únicamente de haber derrotado a uno de los primeros de la lista mundial en su feudo, ante su gente, comprensiblemente furiosa; se trata de haberlo hecho con sobrada solvencia, de largo; en el primer partido que dirige Lopetegui al equipo nacional; con buena parte de la columna que tanto acabó sufriendo en junio en Francia; mitigando los efectos derrotistas que aquello pareció suponer y las incertidumbres ante el corto plazo… En fin, una victoria para recuperar la fe en las fuerzas propias y para que las teman las ajenas y, de paso, para recobrar la fe en un grupo que ya no es el que fue por diversos imperativos, pero que parece que podrá serlo.
 O sea, la mejor manera de comenzar un tiempo nuevo.