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26 Diciembre 2023

Historia de la Selección (I): el nacimiento de una ilusión

El primer capítulo de esta Historia de la Selección que se lanza desde RFEF.es nos traslada a años de pioneros y de valientes, con un punto de cierta locura, que buscaban abrirse paso en un deporte nuevo que, poco a poco, iba arrastrando masas

 

El nacimiento de la selección (julio-agosto de 1920) y su estreno en un campeonato internacional en los JJOO de Amberes (agosto-septiembre) vienen a poner en evidencia que aquellos Juegos Olímpicos de 1920 marcaron un antes y un después en la historia del fútbol español y, por supuesto, de la selección. Forjaron un estilo y una filosofía de juego propios (la “furia”), potenciaron al “balompié” como el deporte favorito de los aficionados del momento y dieron el pistoletazo de salida para la modernización del fútbol de la época que pasaría a estar caracterizado por el fin del amateurismo, la consolidación del profesionalismo y la transformación del fútbol en un espectáculo de masas seguido cada vez más ampliamente por los medios de comunicación de la época, en especial la radio y la prensa.  

De aquellos JJOO de Amberes lo primero que surgió para la selección española fue un “mito fundacional” (“la furia española”) y, como consecuencia de este mito, una identidad, una forma de entender la manera, “a la española”, de jugar al fútbol. Un “mito fundacional”, fuente de una identidad singular y diferenciada que sustentaba una idiosincrasia futbolística propia.  

Amberes fue importante para la construcción de este mito no solo por lo que se consiguió, la plata olímpica, sino por cómo se obtuvo: con un derroche de esfuerzo personal y colectivo, superando, a base de entrega, numerosos obstáculos y haciendo un alarde de sacrificio en un contexto claramente adverso. El viaje se saldó con una, según recalcaba la prensa de la época, gloriosa medalla de plata que los españoles conquistaron después de cinco encuentros vividos con pasión, con altas dosis de dramatismo y jugados al filo de lo imposible por un equipo sin gran cohesión más allá de los partidillos de entrenamiento disputados en España. Esa poca compenetración se compensó alineando figuras de gran talla técnica como Pichichi, Patricio, Belauste, Pagaza, Samitier y, sobre todo, Ricardo Zamora.

 

Llegar como futbolistas, salir como héroes

AMBERES 1920

Entre finales de agosto de 1920 y comienzos de septiembre un puñado de jóvenes jugadores (como Samitier, que tenía 18 años, o Ricardo Zamora, con 19 años) afrontaron su primera experiencia en el extranjero disputando un torneo de máximo nivel y renombre como unos JJOO. Allí llegaron como futbolistas y de ahí salieron como héroes modernos. De hecho, de esta forma fueron recibidos a su vuelta a España y, en los años posteriores, siempre les rodeó ese halo heroico.

En esos JJOO, los jugadores españoles lograron vencer a selecciones que acudían con el marchamo de favoritas como era el caso de Dinamarca, equipo que cayó derrotado en el primer partido en la historia que disputó la selección el 28 de agosto de 1920. Se impuso el combinado nacional por 1-0, gracias a un tanto de Patricio Arabolaza (primer goleador de la selección) y con una actuación memorable de Ricardo Zamora que mantuvo inmaculada su portería. De hecho, a raíz de su actuación, nació la famosa frase del “1-0 y Zamora de portero”.

Tras perder 3-1 con Bélgica, el encuentro frente a Suecia se transformó en vital para continuar aspirando a medalla. Y contra todo pronóstico los españoles lograron derrotar a los suecos gracias a una heroica arrancada en la que el gigantón Belauste (1,93 metros) pidió el balón a su compañero Sabino (“¡a el pelotón que los arrollo!”) y cabeceó la pelota introduciendo el esférico -y a dos suecos- dentro de la portería. Era el 2-1, a la postre definitivo, que permitió a los españoles seguir soñando con la medalla. Todavía en 1948 el diario Marca dedicaba cuatro entregas en días sucesivos a los hechos ocurridos en el año 20, entrevistando extensamente a Pagaza, uno de aquellos protagonistas:

 “(Ganamos) pero nuestro trabajo nos costó. Aquella fue una verdadera batalla campal España... fue un aluvión. Nos lanzamos en masa sobre la puerta. No hubo fuerza que pudiera contenernos el gol de la victoria fue épico. Lo metió Belauste pero entramos todo el equipo detrás de la pelota”.

 

El nacimiento de La Furia Española

UN MITO CREADO POR UN HOLANDÉS

Ese nacimiento del equipo nacional en los Juegos Olímpicos de Amberes del año 20 estuvo vinculado, por lo tanto, al concepto de “Furia”, transformado en mito explicativo y legitimador de una identidad.  Y el gol de Belauste, en concreto, se convirtió en imagen icónica de tal identidad, encarnación de ese mito y de esa manera de entender el fútbol.

 

Ese calificativo de “furia” para designar la idea de la España del pundonor fue creado, según el periodista Manolo de Castro, por otro periodista, en este caso un holandés. Así lo contó el propio De Castro, conocido también por su sobrenombre “Handicap”:

"H. Hollander, redactor de De Telegraaf, de Amsterdam, me hablaba de la suerte del team belga y encomiaba la técnica española, y, sobre todo, la admirable y práctica furia de los españoles. ¡Oh, la furia de los españoles! Era el fantasma del football olímpico".

Los periodistas que cubrían aquellos Juegos viendo a la selección española no tuvieron duda a la hora de elegir tal calificativo: de esa manera nació el término de la "Furia Española", rememorando el saqueo de Amberes por las tropas de Felipe II en 1576... Resultaba lógico que un periodista de los Países Bajos fuera el creador del concepto de furia española al trasladar una imagen del imaginario histórico holandés en su lucha contra la España de los Habsburgo en el siglo XVI al terreno futbolístico.

 

Una final perdida, una gloria ganada

Luego, aquellos jugadores, desde ese instante elevados ya a la categoría de héroes, se impusieron a Italia (2-0) y a Holanda (3-1) redondeando así la hazaña al llevarse a España la medalla de plata. España disputó contra Holanda la final por el segundo lugar y por lo tanto por la medalla de plata. La final por el primer puesto la jugaron Bélgica y Checoslovaquia. Los belgas obtuvieron el oro.

El encuentro frente a los transalpinos resultó decisivo porque suponía una repesca con el objetivo de continuar vivos en el torneo: había que ganar o renunciar a la medalla. En ese trance dos jugadores se convirtieron en protagonistas. Félix Sesúmaga gracias a sus dos goles y Silverio Izaguirre, extremo izquierdo de la Real Sociedad, quien con ese 2-0 en el marcador tuvo que colocarse de portero porque Ricardo Zamora fue expulsado a 15 minutos para el final tras cometer una falta.

El periodista del diario Mundo Deportivo, Ignacio Galea, contó poco después cómo ocurrió todo:

"¿Quién sabe jugar a la pelota?¿Quién quiere ser goalkeeper? ¿A quién se pone en la portería? se preguntan unos jugadores a otros, mientras algunos dirigen duras recriminaciones a Zamora. Un jugador viene corriendo: Yo, yo seré el goalkeeper, y desnudándose del rojo maillot, lo cambia por el oscuro de Zamora. Es Silverio, el extremo izquierda... La defensa de España es grandiosa, ordenada, metódica y firme, marca con atención a cada contrario y no se amilana por sus acometidas".

Al principio Zamora se colocó al lado de Silverio aconsejándole lo que debía hacer y cómo debía actuar en su nueva condición de guardameta hasta que el jugador, reconvertido en guardameta, le pidió que dejara de atosigarle. Finalmente, el marcador no se movió.

La culminación de toda esta hazaña llegó con la consecución de la medalla de plata al ganar 3-1 a Holanda con dos goles de Sesúmaga y uno de Pichichi.

El recibimiento a esos “footbollers”, ya situados no solo en la categoría de héroes sino en la de símbolos de la identidad española, a su vuelta a España fue apoteósico: en San Sebastián celebraron un encuentro de exhibición en presencia del rey Alfonso XIII, que felicitó personalmente a los jugadores.

 

El estilo de todo un país

Amberes fue el bautismo de la “narrativa de la furia” que luego, desde 1924, empezaría a convivir con otro tipo de narrativa: la del fracaso y el derrotismo. Lo que parecía evidente a mediados de los años 20 es que la afición y una parte importante de los medios periodísticos especializados se sentían identificados con ese estilo del equipo nacional porque era una forma de entender el fútbol que entroncaba con la propia historia de España y con la idea de nación (y de cómo eran o debían ser los españoles). Había nacido en torno a la selección un “mito” nacional y una identidad colectiva vinculada a un sentimiento de pertenencia.

Una reflexión del diario La Jornada Deportiva resulta muy esclarecedora en ese sentido, sobre cómo la prensa promovió en la sociedad el concepto de “furia”:

“Unos le llamarán “coraje”, como los franceses. Otros fuga, como los italianos. Pero esta manera de jugar del equipo nacional español, es otra cosa. Es algo que está en la sangre de todos nosotros, y que con certeza no sabemos explicar. Es, quizá, un don de la raza, único, capaz de llevarnos a las más grandes victorias y de crear, dentro del fútbol, una modalidad nueva, una concepción diferenciada de todas las demás de Europa”.