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10 Enero 2024

Historia de la Selección (V): el Mundial de 1934

Nuestra historia de la Selección Española continúa en la década de los 30, antes de que la Guerra Civil cortase abruptamente la historia del país y del propio combinado nacional, con un hito de gran magnitud: su primera presencia mundialista. Una aparición que, aunque terminó en una amarga derrota, propició la conexión del equipo con su afición y sentó unas bases que ni el conflicto bélico lograría destruir por completo

Para llegar a la primera cita mundialista de la selección, hubo que superar en 1934 una eliminatoria a ida y vuelta contra Portugal: en Madrid, España se impuso por 9-0 a los lusos (partido al que asistió el presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora); y, en el país vecino, el combinado dirigido por García Salazar alcanzó una victoria más ajustada por 1-2.

La exhibición en Chamartín fue portentosa: España jugó muy bien y no solo por la capacidad anotadora de Lángara (5 tantos) y de Luis Reguerio (2) sino también por la solidez defensiva del dúo Quincoces-Zabalo, la labor de construcción de juego de Marculeta y Cilaurren bien coordinados con Regueiro y Chacho, por las internadas de Gorostiza y Ventolrá (autor de un gol).

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El partido de vuelta en Lisboa no fue tan sencillo aunque se preparó en intensas sesiones de entrenamiento en Aranjuez. Finalmente, venció el combinado nacional (1-2) con dos tantos de Lángara. La victoria hispana evitó que tuviera que disputarse el partido, de desempate, que estaba previsto que se jugase en Vigo.

 

UNA HISTORIA DE LA SELECCIÓN
España en el Mundial de Italia '34

 

 

La gran cita para la selección española en los años 30 fue su debut y primera participación en un Mundial: el que se celebró en Italia el año 1934.

El combinado nacional acudió al Campeonato que organizaba el país transalpino con un bloque de jugadores muy competitivo que acabó dejando un gran sabor de boca.

Una vez con el billete obtenido, la selección se preparó para aquella cita disputando tres partidos amistosos contra el Sunderland de la Primera División inglesa. El primero acabó con empate a 3 (dos goles obra de Chacho) y se disputó en San Mamés. El segundo tuvo como escenario Madrid (empate a dos) y el tercero Valencia, donde España cayó por 3-1.  

El seleccionador Amadeo García Salazar se llevó a Italia a dos guardametas: Ricardo Zamora (Madrid CF) que venía ocupando la portería española casi sin interrupción desde 1920 y a Juan José Nogués (Barcelona). Guillermo Eizaguirre, con el brazo roto, acompañó al equipo pero en calidad de turista.

García Salazar, que tenía como mano derecha al entrenador del Sevilla, Ramón Encinas, contó con los dos zagueros del Madrid (Ciriaco y Quincoces), como columna vertebral defensiva del combinado nacional además de con Zabalo (Barcelona). En la medular, los centrocampistas que viajaron fueron Cilaurren y Muguerza (Athletic); Solé (Español);  Marculeta (Donostia) y Fede (Sevilla).

Pese a que el seleccionador quería contar con el veterano Gamborena este no pudo ir a causa de una afección biliar. Los convocados en la delantera eran los extremos Lafuente, Gorostiza e Irarágorri del Athletic y Ventolrá del Barcelona; como interiores estaban Luis Regueiro (Madrid); Chacho (Deportivo); Bosch (Español), y Lecue (Betis); Finalmente, Lángara (Oviedo) y Campanal (Sevilla) eran los referentes del ataque.

La concentración, en el balneario de Rapallo

Tras permanecer concentrados en Valencia y después en el Tibidabo barcelonés a la espera de marchar a tierras transalpinas, la expedición salió el 24 de mayo desde Barcelona hacia Génova en el barco “Conte Blancamano” donde viajaba también el combinado brasileño, equipo que iba a ser su primer rival en el Campeonato del Mundo. En Italia, los españoles se alojaron en el balneario de Rapallo, escenario del que existe una foto obra del enviado especial del diario Mundo Deportivo.

 

El equipo preparó en Rapallo, a orillas del mar Tirreno, su debut mundialista haciendo hincapié en mantener la condición física. El día antes del duelo con los brasileños confirmada la primera alineación. García Salazar apostaba por el trío defensivo madridista compuesto por Zamora, Ciriaco y Quincoces. El centro del campo era vaco con Cilaurren, Muguerza, Marculeta.

El gran Athletic de los años 30 copaba no solo la madular (Muguerza y Cilaurren) sino también la delantera con Ramón de la Fuente, Lafuente, en el extremo derecha, José Iraragorri, como interior derecha, y Gorostiza en el extremo izquierda. El ovetense Lángara (delantero centro) y el bético Lecue (interior izquierda) completaban el ataque.

Los tres primeros encuentros mundialistas

EL PRIMER MUNDIAL

España jugó tres partidos en el Mundial de Italia. El primero en octavos de final contra Brasil, equipo en el que brillaban figuras como Leonidas, Waldemar y Luisinho. Era el 27 de mayo de 1934, con el antiguo estadio Marassi (hoy Luigi Ferrari) de Génova como testigo.

Brasil acudía como favorita y cabeza de serie frente a una España de la que no se esperaba nada o muy poco y que se mostraba molesta y agraviada por no ser cabeza de serie: quizá como compensación el presidente de la Federación, Leopoldo García Durán, fue elegido miembro del Comité Ejecutivo de la FIFA.

La selección resolvió en media hora el encuentro: con la diana de Iraragorri a los 17 minutos, al transformar un penalti, y dos de Lángara en los minutos 25 y 28. La reacción de los brasileños no les llevó más allá del gol del honor marcado por Waldemar de Brito a los 55 minutos de juego. Con la victoria, España accedía a cuartos de final, en los que le esperaba el organizador del Mundial, Italia, que en octavos de final se había deshecho (7-1) de Estados Unidos.

En los cuartos España se debía medir a una Italia que no solo era el equipo anfitrión sino que contaba con todo el respaldo del régimen fascista de Benito Mussolini quien había apostado el honor italiano a tener éxito en el evento futbolístico. En la concentración de Rapallo, los días previos al encuentro contra los trasalpinos estuvieron centrados en la situación del lesionado Marculeta y en la duda de si jugaría Lecue, el jugador de actuación más gris ante los brasileños. El equipo se trasladó a Florencia en tren donde fue recibido, en un gesto de gran caballerosidad, por el seleccionador italiano, Vittorio Pozzo.

La batalla de Florencia

Ambos equipos se jugaron el pase a las semifinales el 31 de mayo de 1934, en el estadio Comunale de Florencia. Se trató de un encuentro no solo muy competido sino brusco e incluso violento: de hecho, ha pasado a la historia como “la batalla de Florencia”. Una astucia en el saque de una falta entre Lángara y Regueiro en el minuto 30 puso por delante a los españoles. Al final de la primera parte, a la salida de un córner, los italianos empataron.  Los jugadores de la selección reclamaron que el empate llegó en clara falta sobre Zamora quien fue agarrado por Schiavio. El Divino explicaría en el diario ABC la injusticia de la que había sido objeto la selección. Y empezaba con un expresivo “nos han birlado el partido”.

En la segunda parte, el árbitro anuló también un tanto español (a Lángara) por un polémico fuera de juego y el marcador ya no se movería de ese 1-1 tampoco en los 30 minutos de prórroga, por lo que hubo de disputarse un partido de desempate. Para Quincoces, como para Zamora, la “(batalla de Florencia) fue un “robo”:

“Nos robaron en los dos partidos, porque nosotros fuimos mejores que los italianos, ya lo creo y si no llega a ser por decisiones arbitrales partidistas, nosotros hubiésemos eliminado a Italia. En el primer partido nos marcaron el gol en clara falta, los atacantes italianos se avalanzaron sobre Zamora y otros defensas y al final Ferrari Giovanni empujó el balón con la cabeza. Imagínate que el árbitro, el belga Baert, se quedó quieto pensando en señalar la falta, pero el público gritaba y gritaba de manera insistente y al final cedió ante la presión y acabó señalando el centro del campo…Y ahí no acabó la injusticia, porque en la segunda parte Moncho de Lafuente hizo todo un jugadón, se escapó de los defensas italianos, jugándose la pierna, y en jugada personal marcó el 2-1. Y aquí llegó nuestra sorpresa porque el árbitro lo anuló porque quiso. No hay otra explicación, pues cuando nos comentó que había sido fuera de juego nos pusimos a reír, porque Lafuente había hecho la jugada él solo, sin apoyo de ningún compañero”.

 

El encuentro de desempate contra Italia se jugó al día siguiente en Florencia con siete jugadores españoles ausentes (Zamora, Lángara, Ciriaco, Gorostiza, Fede, Iraragorri y Lafuente) tras quedar ko en el primer choque. La selección cayó por la mínima en un partido marcado por la lesión de Bosch que dejó aún más mermado al equipo español sobre todo por la banda izquierda.

Todo parecía dispuesto para que pasara Italia pues como sostuvieron ABC y Mundo Deportivo, España “debía” ser eliminada y “por fin” se había dejado libre el camino al país organizador.

Una viñeta de Mundo Deportivo era muy expresiva a la hora de plasmar cómo se decantó la balanza hacia Italia.

   

 

Aquellos jugadores que estuvieron en Italia, como los de Amberes 14 años atrás, fueron recibidos como héroes cuando emprendieron el regreso a España y a su llegada a Barcelona el 5 de junio. Con el amargor de la eliminación pero habiendo dado una gran imagen y con la sensación de haber sido víctimas de una injusticia.

 

España dejó un gran sabor de boca en el Mundial de Italia 1934 fundamentalmente en tres aspectos:

 

a-. Por la calidad de sus jugadores

Fue uno de los grupos más competitivos y de mayor calidad que España haya mandado a un Mundial. Y de hecho, la revista oficial del Campeonato eligió a Zamora como mejor portero y a Quincoces como mejor defensa izquierdo del Mundial. Muguerza (eje de la medular conduciendo el juego de ataque del equipo y ordenando al bloque en defensa) fue escogido como el cuarto mejor medio centro y Marculeta el segundo mejor de los medios por la izquierda, Lángara el segundo mejor delantero centro y Regueiro el tercer mejor interior izquierda.

 

b-. Por la recuperación de su prestigio internacional

España, medalla de plata en los JJOO de Amberes de 1920, solo había cosechado sinsabores desde ese momento con sonados fracasos en los JJOO posteriores: en 1924 y en 1928. Las victorias en amistosos ante Inglaterra, Italia o Francia habían compensado algo pero no era suficiente. Por eso, la magnífica actuación en el Mundial de 1934 (eliminar a Brasil en octavos y luchar de igual a igual con Italia, la anfitriona) provocó un nuevo periodo de euforia con respecto a las posibilidades del combinado hispano. En ese sentido, el diario ABC, tras caer eliminada la selección en la cita mundialista, aseguraba que el equipo español tenía “el prestigio reconquistado” por

que “en estos momentos resplandece de nuevo el deporte hispano, consagrado ante los ojos del mundo”.

c-. Por la revalorización de la idea de la furia

La “furia”, elemento distintivo de la forma de entender el fútbol por parte de la selección, fue perdiendo a lo largo de los 20 y 30 el prestigio ganado en los JJOO de Amberes en 1920. En especial porque surgieron dudas sobre la validez de esa forma de jugar al no llegar los éxitos sobre el terreno de juego. Sin embargo, el Mundial italiano revalorizó otra vez la “furia” como la esencia de juego en la que debía basarse el fútbol español.

 

Así, por lo menos, lo sostenía Juan Deportista, uno de los autores del concepto, en el diario ABC:

“La selección española, sin esa trabazón sólida que le da el entrenamiento de conjunto, sin esa armadura consistente que depende de una estrecha organización, se ha presentado en Génova primero y en Florencia, después, y ha sido capaz de improvisarlo todo bajo el signo impresionante de la “furia española”.